Alacena es una palabra
de origen árabe, como casi todas las palabras que comienzan con “al”.
Inicialmente se utilizaba para nombrar un hueco abierto en la pared en el que
se disponían baldas o anaqueles y que se cerraba con una o dos puertas, que por
lo general disponían de ventilación o permitían ver el interior. También se
fabricaron alacenas portátiles construidas en madera que podían trasladarse o
colgarse en diferentes emplazamientos. Normalmente servía para el ajuar
doméstico, o para alimentos.
A lo largo de
los siglos, la alacena sale de la pared y se identifica con un tipo de armario
relacionado con la cocina o el comedor, conservando su uso original
A partir del
siglo XX, la alacena tiende a identificarse con un mueble de dos cuerpos
(mezcla de armario volado y aparador), uno superior con anaqueles abiertos o
con puertas de celosía o humilde tela de gallinero y luego de cristal, y otro
inferior formado por armarios cerrados. El cuerpo superior suele tener menor
profundidad que el inferior, que así ofrece un espacio libre sobre el que se
apoyan los objetos que se van sacando de los armarios o como superficie para
elementos funcionales o decorativos. El uso clásico del cuerpo superior fue de
escaparate de lo más valioso o querido de la vajilla familiar: platos,
bandejas, fuentes de porcelana, etc.
en la restauración de esta alacena ha sido necesario eliminar los barnices, muy deteriorados y recuperar el color original de la chapa. |
En el cuerpo inferior ha sido necesario hacer un lazo para recolocar y sujetar las maderas que forman el sobre de la parte inferior y colocar nuevos entrepaños ya que los originales estaban muy rotos y alabeados
Tras un largo proceso de restauración: decapado, teñido, reintegración de chapa, reposición y consolidación de tablas y colocación de herrajes y cristales, la alacena ha quedado así de bonita